domingo, octubre 24, 2004

ARCHIVO: EL TIEMPO DE LOS CARNICEROS


Dentro de poco padeceremos las consecuencias de las elecciones presidenciales en el Imperio. A estas alturas todavía no parece haber un claro ganador, pero lo que sí parece un hecho es que, gane Bush o gane Kerry, la situación en Irak va a continuar siendo un desastre y va a afectar nuestro futuro. En su momento publiqué mi opinión sobre lo que pensaba de la invasión de Irak. Quizá porque quise decir lo que en su momento sentí que debía ser dicho, estoy orgulloso de este artículo hasta el punto de ser lo único que salvaría de cuanto he publicado. Es un panfleto, sí, pero no me avergüenzo. Se trataba de hablar de tebeos para opinar sobre la invasión, así que no me costó trabajo encontrar a Spiegelman y Sacco como excusa. Los tebeos (o el cine, o la literatura) no son más que una excusa para hablar sobre la vida. Mi artículo El tiempo de los carniceros se publicó en el número 182 de el semanario El Reto, el 18 de abril de 2003. No he cambiado de opinión al respecto.

El tiempo de los carniceros.

Insensato aquel de los mortales que destruye sin dejar piedra sobre piedra ciudades, templos, tumbas, santuarios de los difuntos: por entregarlos a la soledad, él mismo consigue su posterior destrucción.
Eurípides, Troyanas, vv. 97-99.

Vivimos tiempos de cómic, señores, y nos gobiernan personajes de cómic, pero de cómic malo que apesta. Cuando en España vemos una película de buenos y malos —una hollymemez del tipo Schwarzenneger— pensamos: “Parece un cómic malo”; es decir, algo sin contenido sustancial, lleno de explosiones y balaceras, buenas piruetas y mejores tetas (las de la actriz mamasita de turno, lujoso florero y reposo del guerrero).

La horrible carnicería de Irak de la que estamos siendo testículos (etimológicamente, testículos quiere decir ‘testigos de la virilidad’, que en este caso es la virilidad de los carniceros) ya tiene un claro y descalabrado perdedor, y ese perdedor es Estados Unidos. No los Estados Unidos de los victoriosos carniceros, a quienes podemos reconocer fácilmente por lo mal dibujados que están, como los personajes de tebeo malo que son, sino los Estados Unidos de quienes han protestado contra esos mismos carniceros, los Estados Unidos de los derechos civiles. La legalidad internacional, la libertad de expresión y la dignidad de la vida humana son tres chicuelas que se fueron juntas al baño y todavía no vuelven; mientras tanto, el fantasma del senador McCarthy baila el aserejé por CNN.

Todas aquellas cosas por las cuales casi todos somos un poco americanos, digámoslo sin vergüenza, ahora no valen ni lo que cuesta un burrito de virutas de sarcófago irakí. Es de tebeo malo que haya comenzado esta carnicería con la monserga de que Hussein almacena armas de destrucción masiva que constituyen una amenaza mundial; es de tebeo malo que me quieran vender el cuento de que Hussein utiliza dobles para que los aliados “decapiten” huseínes como pollos mientras más huseínes se pasean por Bagdad en loor y olor de multitudes. Es propio de un mal tebeo que el artífice de esta carnicería de menudillos de irakíes contrate a guionistas tan malos para que le escriban diálogos llenos de manidas expresiones sacadas del cofre de la abuela como “ejes del mal”, o como“quien no está conmigo está contra mí”. Es de tebeo que Washington quiera disfrazar la matanza de civiles inocentes argumentando que Hussein los obliga a servir de escudos humanos. Es de tebeo malo hablar de bombas “inteligentes”, de guerra “ecológica” y de fuego “amigo” —bajo el cual ya han muerto once periodistas occidentales—. Es de tebeo malo que en nombre de la Libertad y de la Democracia (palabras que de tan manoseadas lucen ahora más sucias que un palo de gallinero) los carniceros nos quieran presentar esta miserable carnicería como la “liberación” de una nación, ciertamente oprimida por Hussein, pero también por las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a este pueblo desde la primera guerra del Golfo. Visto por televisión, recuerda a un mal tebeo contemplar a estos “aliados” diezmar irakíes como cuando en los tebeos malos y en las películas de los años cincuenta veíamos a las naves extraterrestres aniquilar norteamericanos y derrumbar sus edificios públicos. Ahora, curiosamente, los extraterrestres con sus maravillosas naves y sus misiles perfumados son ellos mismos, y resulta que la mayor parte de los norteamericanos se ha convertido en un pueblo extraterrestre, y nos pasó de noche. Ya hubo una película clásica que abordaba este tema: ‘The Invassion of the Body Snatchers’, del gran Don Siegel. Los extraterrestres suplantaban a los norteamericanos poco a poco, y un buen día te levantabas de la cama y te encontrabas con que tu propia esposa, pácatelas, había sido suplantada por una extraterrestre. Vivimos tiempos de cómic malo, de cine malo, de novelería barata, llenos de mentiras, lugares comunes y feos monos pintados en los papeles: el cristiano fundamentalista Bush —el Hombre que Nunca Debió Reinar—; el relamido Tony Blair; José María Aznar, tonto útil de este trío de mosqueteros que nos avergüenza a los españoles, a pesar de que el noventa y uno por ciento estemos en contra de esta guerra); el draculino Rumsfeld, conde de los Cárpatos pentagonales; un Colin Powell que parece escapado de la película I Walked With a Zombie; y la patibularia Condoleeza Rice, a quien alguien una vez dijo que qué bonitas piernas tienes. Y por supuesto, Saddam —o cualquiera de sus dobles, clones, siameses o sosias—, con ese aire que tiene siempre de pasado de cervezas y amanecido en cantinas. Aunque sea con Chirac, menos mal que siempre nos quedará París, que dijo Bogart en ‘Casablanca’. Vive la France!

Mas como aquí no queremos hablarles de malos cómics, pero es cierto que el derecho a la disidencia ha desaparecido en Estados Unidos, queremos poner énfasis en la realidad de que los carniceros no representan la mentalidad de todos los estadounidenses, y que entre ellos quedan ciudadanos comunes, pensadores y artistas quienes, por su punto de vista crítico y personal, sufren un ostracismo que, poco a poco, va convirtiéndose en costumbre sobre las ruinas del país que un día lo fue de la libertad. Y que toda esta barbarie suceda desde los Estados Unidos, y con la complacencia de una inmensa parte del pueblo norteamericano, debe preocuparnos porque, nos guste o no, Estados Unidos ha sido timón del bajel de nuestra civilización durante el siglo XX, y el hecho de que los fundamentalistas carniceros ondeen ahora la bandera de la muerte y de la represión debe inquietarnos. Vamos a mencionar a un par de artistas no alineados, francotiradores de la inteligencia cuya obra es de lectura siempre estimulante, pero mucho más en estas fechas. Prometo volver a ellos en el futuro.

Empecemos con el norteamericano Art Spiegelman, cuya obra maestra, ‘Maus’, ha sido el primer cómic de la historia en ganar el Premio Pulitzer de literatura en 1992. No es éste el momento adecuado para hacer un análisis de este fantástico cómic que transforma tu sangre en cubitos de hielo, pero sí una buena oportunidad para recomendar encendidamente su lectura en estos tiempos de ignominia y masacre. ‘Maus’, editada en dos tomos por Pantheon Books, es una obra sobre los recuerdos de los padres de Spiegelman, supervivientes de los campos de concentración nazis, quienes llegaron a Estados Unidos huyendo de los aullidos del espectro de sus recuerdos. Uno de los momentos más angustiosos de esta obra de fuerza demoledora narra, con vitriólica desolación que supura pus de vida, el suicidio de la madre de Spiegelman, ya en Estados Unidos, incapaz de continuar viviendo bajo el peso de sus recuerdos. Este grandioso artista, este narrador majestuoso y directo que eligió el cómic —el buen cómic, el gran cómic: intelectualidad y arte— como forma de expresión y sentido de su vida, recientemente se vio moralmente obligado a renunciar al ‘New Yorker’, prestigiosa revista literaria de Estados Unidos, al contemplar cómo ésta adoptaba una postura favorable a la guerra contra Irak. Ahora, desde un distanciamiento que le honra como a un gran norteamericano, está escribiendo y dibujando una novela gráfica donde analiza este tiempo de carniceros: “donde uno se siente amenazado igualmente por Bush y por Osama Bin Laden” (LA JORNADA, 16 de febrero).

Otro gran artista norteamericano es Joe Sacco, padre de un género que posiblemente ustedes no conocen: el cómic periodístico. Sacco es un periodista diferente porque es un artista singular: cuando quiere escribir sobre un conflicto, viaja a ese lugar, se mezcla entre la gente, convive con ella y toma notas. Cuando regresa a Estados Unidos, escribe y dibuja un cómic sobre lo que ha visto y vivido. Los resultados son puro periodismo, pero también puro arte. Tras vivir el horror de la guerra de Bosnia, Sacco publicó su magnífica ‘Gorazde. Zona protegida’, y de sus experiencias en Jerusalén, Cisjordania y la banda de Gaza nació una obra fundamental para entender el actual conflicto de Oriente Medio: ‘Palestina’, un volumen donde Sacco enfoca la mayor parte de las críticas contra el ejército israelí y los políticos que, con el carnicero Sharon a la cabeza, son artífices de la ignominia y de la muerte. Los resultados no se hicieron esperar en Estados Unidos, donde numerosas librerías boicotean la obra negándose a tenerla en sus estantes.
En este tiempo de carniceros no es cosa irrelevante o frívola hablar de cómics, como no debería serlo hablar de cualquier otro tema. Pero es verdad que ciertos hornos no están para ciertos bollos. Si usted quiere adentrarse en las densas páginas del tebeo de calidad, encierre a Superman y al Hombre Araña bajo siete llaves, porque éste no es tiempo para hablar de ellos, y seamos solidarios con las víctimas del espanto y de la infamia: no sólo con los irakíes que mueren como perros, sino también con las víctimas de la mordaza y el miedo en los Estados Unidos de América.

Art Spiegelman, ‘Maus I. My Father Bleeds History’; ‘Maus II. And my Troubles Began’. Pantheon Books. New York, 1992 (hay edición española en un solo tomo por Planeta-De Agostini).
Joe Sacco, ‘Palestina’. Fantagraphics Books. Seattle, 2001 (también hay edición española en Planeta-De Agostini).

1 comentario:

Diegogue dijo...

Excelente artículo, de hecho no es el único del blog que me interesa, y demoraré un rato en leerlo todo