domingo, abril 13, 2008

GEORGE HERRIMAN: CUANDO EL GATO NO ESTABA

El divertido Mr. Stumble

Se ha dicho una y mil veces que Krazy Kat fue una obra maestra que George Herriman concibió para sorpresa de los habitantes del futuro. Su poesía es, hoy, moralmente incorrecta. En otros aspectos, como el de la sexualidad de cada quien, promovió la visión de un mundo donde la ternura parece tener ganada la batalla de la libre expresión, aunque esta expresión sea, a veces, la del macho maltratador. En su mundo más allá del lugar y del tiempo podemos encontrar la inocencia a veces cruel del mundo infantil, un mundo carnavalesco donde los valores se trastocan y no sabemos si los adultos juegan a ser niños, o los niños a ser adultos.

Tanto se ha dicho que Krazy Kat es una obra maestra, que la afirmación ha quedado carente de contenido, como la piel de un plátano que nos hemos comido y cuyo disfrute ya hemos olvidado. La modernidad de nuestra modernidad descubrió en esta obra valores que apuntalarían el underground, por ejemplo, que dejó de serlo para convertirse en historieta independiente, o “indie” si ustedes lo prefieren.

El desvergonzado Baron Mooche

Para darnos cuenta de hasta qué punto Krazy Kat fue una obra maestra, y el decirlo recupera todo su sentido, debemos agradecer que The Comics Journal, en uno de sus últimos números (el 287) nos haya obsequiado con medio mogollón de páginas de historietas de Herriman sin Krazy Kat. No es que las historietas sean malas, antes al contrario, son excelentes: están protagonizadas por personajes que tenían cierta grandeza, y no podríamos decir hasta dónde hubiera conducido Herriman a estos seres de no haberse concentrado en el universo del/de la gat@ lok@, el ratón del ladrillo y el policía enamorado. Son personajes que hubieran podido adquirir su propia grandeza, pero no la tuvieron. La muestra de historietas comprende viñetas humorísticas independientes también, pero sobre todo tiras cómicas de personajes como los que pululan por el Stumble Inn, o el gorrón y desfachatado Baron Mooch. En ellas vemos a un Herriman capaz de sujetarse con maestría a las convenciones de la tira cómica, un Herriman que nos hace reír mucho más que en Krazy, que es una serie que nos deja en el alma la sonrisa tierna, pero casi nunca la risa. En estas tiras Herriman es más satírico y más cáustico, más hiriente en sus retratos de personajes reconocibles de la vida común. De tira en tira encadena situaciones y pequeñas historias que revelan que el humor un tanto naif, surrealista y a veces marcadamente estrambótico, lírico y absurdo de Krazy, no era, ni mucho menos, fruto de la casualidad o de una determinada visión, siempre idéntica, de encarar el oficio de contador de historias por medio de viñetas. La lectura regocijante de estas historietas demuestra que en ellas encontramos al Herriman más convencional y efectivo en su profesión, y que en Krazy Kat tenemos, sobre todo, la feliz expresión de una voluntad empeñada en narrar las pequeñas anécdotas de un mundo maravilloso por medio de un lenguaje único que pretende no parecerse a ningún otro. Gran lección la de estas tiras y personajes olvidados de George Herriman. Gran lección siempre, cualquier lección de ese poeta que fue Herriman.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En la grandeza actual de Krazy Kat no se valora lo suficiente a Hearst quién lo mantuvo a capa y espada en sus periódicos aunque no fuese una tira popular.

El Pobresor Gafapasta dijo...

Yo creo que en relación a Krazy, siempre se ha valorado a Hearst. No es un secreto lo que cuentas, y es verdad que Hearst era uno de los pocos en disfrutar de Krazy Kat en su tiempo. Teniendo en cuenta que era el dueño de los periódicos en que se publicaba, daba igual que no fuera una obra comercial.

Hearst, por si alguien no lo sabe, fue el magnate que inspiró el Ciudadano Kane de Orson Welles.

Un saludote.