lunes, abril 02, 2012

EL AMIGO FLASH

Un placer superlativo. La reciente lectura del primer volumen (y por desgracia, el último) del Flash Gordon de Dan Barry editado hace un año por Panini Comics ha constituido para mí una de las experiencias más formidables de los últimos meses. No voy a hacer aquí un panegírico de una de las obras maestras del cómic de ciencia-ficción de todos los tiempos. Avisados quedan los lectores de las excelencias de este gran clásico que ahora, de manera independiente (porque no hay en curso ninguna edición usaca del mismo material) ha editado Panini. A estas alturas hablar del Flash Gordon de Barry quizá pueda parecer innecesario, pues se ha editado siempre, como corresponde a todo buen clásico que se precie, cuya mayor virtud es la de la presencia recurrente en las librerías. En realidad no quiero hablar de la excelencia de los guiones que se adentran con notable fluidez en la novela río, ni del exquisito trabajo de Dan Barry como director de orquesta y sus irremplazables colaboradores, cada uno de ellos un nombre con mayúsculas de la historia del tebeo norteamericano: Frank Frazetta, Ric Estrada, Harvey Kurtzman … 

Como en el caso de la mejor época del Spirit de Will Eisner, la cualidad de obra maestra de la narrativa gráfica de este Flash Gordon de Barry deviene de la suma de un montón de talentos que juntos produjeron una obra de calidad inigualable. Comparable, quizá, igualable nunca. Flash Gordon es un viejo amigo mío, y posiblemente también de ti, lector anónimo de estas líneas. Es el amigo Flash. Lo leí por vez primera en aquellos maravillosos tomos de Buru Lan saldados en Galerías Preciados a mediados de los 70, donde descubrí principalmente el Flash Gordon de Alex Raymond. Qué jolgorio para los sentidos ser un niño y descubrir con los ojos inocentes el majestuoso dibujo de Raymond, el exotismo de sus escenarios y la belleza embrujadora de sus mujeres. Mi primer volumen de Flash fue el 2, y desde entonces mi aventura favorita ha sido la última que Raymond dibujó: Flash Gordon en el reino de Trópica. Desde mi infancia hasta hoy la he leído multitud de veces y no soy capaz de sustraerme al hechizo permanente que todavía ejercen sobre mí la reina Desira, el malvado Brazor y el carismático Gundar, príncipe de los ladrones. Aquella aventura, con la que Raymond se despediría del medio para marchar a la II Guerra Mundial, es una obra maestra, y lo es, paradójicamente, gracias a sus varios defectos e imperfecciones.

 Luego vinieron las ediciones de Vértice, aquellas entrañables revistas de los 70 en que pudimos disfrutar del Flash de Dan Barry, sin duda el mejor desde el punto de vista del desarrollo del guión y las historias. Además del trío protagonista, aparecía un retablo de personajes secundarios que hicieron de la serie una especie de gran familia del espacio envuelta siempre en nuevas y trepidantes aventuras. Antes, también Buru Lan había publicado a colores la etapa de Barry, pero con numerosos desmanes (viñetas ampliadas, reducidas, recortadas…). Tanto la etapa de Burulán como la de Vértice, horribles en muchos sentidos, son para mí objeto de recuerdo cariñoso. La de Buru Lan, porque impresionaban en un chiquillo como yo aquel formato majestuoso en volúmenes, y aquel olor formidable que despedía su buen papel; la de Vértice, por todo lo contrario: por su papel pobre, sus tintas groseras, su aroma a tebeo popular… Recuerdo que durante mi infancia, como las distintas historias eran publicadas sin orden ni concierto, me divertía recortando las distintas aventuras y ordenándolas yo mismo cronológicamente, estudiando para ello las fechas de publicación y llevando un archivo de publicaciones y ausencias. Había nacido ya, sin yo saberlo, un estudioso de la historieta. Gracias a Vértice también pudimos conocer las tiras diarias de Austin Briggs y la primera época de Barry y Fujitani. La rotulación era espantosa, y a veces, Flash Gordon se convertía en las traducciones en Roldán el Temerario (tal era su nombre de guerra en distintas ediciones de América Latina). Luego llegó el Flash de Editorial Valenciana. Publicaba más que nada material para los distintos comic-books que de Flash se habían publicado en Estados Unidos. Tuvo el encanto de hacernos conocer el Flash Gordon de Al Williamson, portentoso artista que devolvió a Flash (cuando ya no le hacía falta para nada gracias al magisterio de Dan Barry) el esplendor de Raymond y del viejo Mongo. 

La editorial B.O. nos hizo conocer el Flash de Mac Raboy en cuadernos caros y apaisados que olían a tinta fresca sobre papel satinado y blanco como la piel de las primeras chicas con que uno ya soñaba. Mac Raboy había sido, hasta aquella fecha, el más desconocido de los flashgordonitas, aunque había sido parcialmente editado años ha en las legendarias ediciones de la Editorial Dólar. Esta editorial de mediados de los años 60 introdujo inocentemente un concepto que, décadas después, haría que los estudiosos del cómic, los aficionados y los medios se dieran de navajazos en las vías públicas y foros de la Burrosfera: ¡la Novela Gráfica! Publicó un buen montón de planchas de Raboy escritas por Don Moore, un artesano de la tecla que nunca destacó por su originalidad, aunque no era mal reciclador de todos los tópicos de la SF más pulp que luego heredarían los seriales y las primitivas series de televisión. Las majestuosas viñetas de Raboy, escultóricas y carentes de nervio cinético, tenían y tienen aún hoy un encanto marmóleo extrañamente subyugador.

Creo que en España nunca nadie editó mejor el Flash Gordon de Dan Barry que la Editorial Dólar, que en sus cuadernillos a gran tamaño de la colección Héroes Modernos publicaba a veces a gran tamaño dos tiras de Barry por página. Todo el ciclo que ahora vuelve a presentarnos Panini fue publicado por Dólar en su época anterior a las “novelas gráficas”. O quizá fue otra editorial anterior: MAS

 Ediciones B publicó toda la etapa de Raymond y luego acometió la de Barry, hasta llegar en su número 67 a la tira del 23 de diciembre de 1961. Pero era en color, y el color es algo que esta gran etapa del personaje en blanco y negro nunca necesitó para nada. El Flash Gordon de Dan Barry se alejaba del florido exotismo de Raymond para siempre, y acometía con gran fuerza y dramatismo el desarrollo psicológico de los personajes y la tensión dramática de los argumentos, una estética del realismo de la época que casaba bien con el blanco y negro y que en teatro y cine también se impuso, y no sólo en el cómic (Rip Kirby, Mary Perkins On Stage, Big Ben Bolt…). Nunca Flash Gordon fue más humano, más próximo a sus lectores, más complejo… Frente a él, el Flash de Raymond y Moore no era más que un aburrido cabeza cuadrada de aspecto neo-nazi, demasiado cerebral, desapasionado y hierático para provocar nuestro amor. Bienvenido sea este Flash Gordon de Panini, este reencuentro con el viejo amigo de la infancia, de la adolescencia, de la madurez. Quizá Flash Gordon acabe por ser un compañero para toda la vida. De momento ya lo es.

Dicen en los mentideros de ciertos blogs que Panini ya no repetirá con un número 2 de Flash Gordon. Una gran pena. Quiero dar las gracias a la misérrima industria editorial española la oportunidad que me concede de mejorar mi inglés comprando en Estados Unidos los clásicos de prensa americanos; asimismo, les agradezco la oportunidad que me conceden de perfeccionar mi francés leyendo en francés Luc Orient, y otros; la oportunidad que me conceden de perfeccionar mi italiano leyendo Magico Vento o Brendon en italiano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni Flash Gordon, ni Julieta Jones.
Que pena que éstas joyas no tengan buenas ventas en este pais.

Paco Valencia Cortinas dijo...

Siempre me ha gustado Flash Gordon. Es una lastima que no haya mas seguidores en este pais