lunes, octubre 29, 2012

CULPABLE DE NADA, DE JULIO PESINA


Julio Pesina ha contado muchas veces cómo llegó a la literatura un poco por casualidad, pero no es por casualidad la manera en que surgen novelas como Culpable de nada, un trabajo intimista que nos narra unas historias de amor y desamor que, como muchas historias de amor y desamor, acaban por fundirse en una sola historia de amor. Y entonces, con buen pulso narrativo, su autor descorre el visillo donde advertimos la palabra fin por medio de una invocación al mañana. Del futuro de sus personajes ya nada más sabremos, pero como sucede en toda ficción, tenemos la intuición de que sus vidas podrán ser breves y gloriosas.

La novela nos cuenta una historia común protagonizada por personajes comunes, pero hay que agradecerle a Pesina que proyecte sobre ellos toda la ternura, y la mordacidad, de la que es capaz la buena literatura. Aldo, un joven tan obsesionado por Mozart como por el fisioculturismo, es espiado secretamente por su vecina, Ogla, una mujer mayor que él que apenas resurge de una relación sentimental con un compañero de trabajo recién fallecido. Para entretener su asco y su desconsuelo de los hombres, pero también su necesidad, fantasea construyendo la personalidad de un marido imaginario del que sólo tiene su parte viril, representada en un dildo comprado en una tienda de artículos eróticos. Mientras crece su fantasía y la obsesión por el joven vecino, éste se reencuentra con una vieja compañera de escuela, una enana a quien todos llaman Mayoya convertida ahora en una fértil y cultivada prostituta que enfrenta con cinismo y cierta sabiduría su oficio. Los pasajes donde Mayoya da rienda suelta a sus opiniones de la vida y su sabiduría son sencillamente fascinantes. Como es natural, las encendidas fantasías de Ogla y la caliente relación de Aldo y Mayoya acabarán por converger en el encuentro entre Ogla y Aldo. La consolidada novela de Pesina evoca la idea de que aquellas personas invisibles que nos sueñan secretamente pueden acabar por convertirse en determinantes dentro de nuestras vidas. En la novela Culpable de nada, los protagonistas hacen justicia al título al no ser responsables de sus pasiones, sino simplemente instrumentos de las mismas, pero por ello mismo, desde el amor hasta el crimen, Pesina los evoca y recrea con un cariño y humor muy convincentes.

Aldo y Ogla son los protagonistas de esta obra llena de espejos donde todo es dual: dos partes, capítulos casi alternativos siempre dedicados a uno u otro personaje hasta que éstos convergen en una experiencia común. Cada una de las partes viene introducida por unas evocaciones de la vida y muerte de Mozart, pues el personaje del compositor genial adquiere una importante carga simbólica dentro de la obra, hasta el punto de que será su música la que se convierta en puente entre las dos vidas separadas por una calle. De la misma manera, los personajes secundarios refuerzan la trágica soledad de Aldo y Ogla, personalidades recelosas y soñadoras condenadas a sobrevivir a las experiencias que condujeron sus vidas a la soledad. Una soledad, como se verá al final, donde cada roto encuentra su descosido.

De todos los valores que implican Culpable de nada con el que más me quedo es con su notable valor escritural. Pesina no chabacanea la lengua, no la cambalachea por un naturalismo arquetípico y ramplón. Se trata de un libro muy bien escrito, donde las frases tienen la textura adecuada para expresar los pensamientos de su autor, pero donde tampoco se incurre en una estereotipada concepción poética de la realidad. No me refiero a una prosa poética almibarada o afectada, sino a una labor de carpintería narrativa donde cada párrafo, y dentro de cada párrafo cada frase, tienen la característica de un cepillado lingüístico innegable.

Al final de la novela, Pesina evoca con agradecimiento los muchos préstamos que se ha visto obligado a tomar de otros autores para poner en boca de sus personajes conocimientos que en caso contrario no tendría. Imagino que es aquí donde Pesina, que es ante todo un lector agradecido, nos convoca al placer de compartir con él sus lecturas. Es un recurso poco común en la novela general, incluso en la novela histórica, la de reconocer deudas con la tradición lectora personal, pero dice mucho de la honradez como escritor de Julio Pesina. Esta honradez se nota fácilmente en todas sus páginas.

Culpable de nada es una obra optimista, quiero creer, pero no ingenua. Pesina sabe que aquellos, a quienes aman los dioses, mueren jóvenes. También los amores, quizá turbulentos y caprichosos, que los dioses aman mueren jóvenes. Como la luna llena que cierra esta novela. Como el mismo amor de verdad, aquel Eros o Cupido que también era dios. Por eso Teophilus, cuarto nombre de Mozart, quiere decir Amadeus o amor a dios, como evoca Aldo casi al final del libro, porque todo acto de creación verdadera debe ser un acto de verdadero amor. Breve, bello y quizá perecedero.

 Julio Pesina, Culpable de nada. Conaculta. México, 2008. [Fondo Editorial Tierra Adentro, 363].

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